viernes, 31 de julio de 2009

La Zona Literaria. (Dos textos censurados de mi libro Photomatum)

CEGUERA OFICIAL

El Supremo se estaba quedando ciego. Sin saber cómo un moscón grande y jugoso fue a parar justo a su sopa, una tarde de almuerzo protocolar. A la Primera Dama se le congeló la sonrisa; los súbditos se paralizaron y el cocinero (enterado de lo ocurrido) dijo adiós a sus cazuelas y cucharones y se dispuso a esperar sentencia de muerte. Sin embargo el Supremo no vio el bicho en su plato, sino que llevó la cuchara a la boca y tragó mientras murmuraba (pues siempre murmuraba), que desde niño le habían gustado mucho sopas como ésa, sustanciosas, para luego iniciar una disquisición de experto acerca de los beneficios de educar al pueblo en el gusto por las sopas.

Al momento todo Palacio entró en estado de alarma. Se cambiaron los vidrios de las ventanas por otros de aumento, las piezas del baño por unas más grandes y oscuras y se orientó a la Primera Dama para que maquillara su rostro de forma tal que resaltara sus facciones. Los pequeños perros poodles fueron eliminados y en su lugar se encargaron bellos chow-chow color mostaza a los cuales se tuvo el cuidado de nombrar como los anteriores. La ciudad fue pintada con colores vivos y las letras de los periódicos, cartas y discursos fueron aumentadas más del doble de su tamaño. Cualquier cosa podía ocurrir menos que el Supremo se diera cuenta de que se estaba quedando ciego.

El país entero se moría de miedo a causa de su pérdida de visión. Nuevas leyes regían el vocabulario de las personas; quedaba prohibido pronunciar frases como: “yo no lo veo así”, “podemos echar un vistazo”, y, peor aún, “no hay peor ciego que el que no quiere ver”. A los miopes se les prohibió llevar espejuelos y los ciegos fueron recluidos en el Hospital Psiquiátrico. Se decretó toque de queda a las siete de la noche, mientras eran desahuciadas las luces del alumbrado público y se amenazaba con multar y hasta encarcelar a todo aquel que en su casa usara algo más que el televisor donde se exhibían día y noche los discursos del Supremo, quien no dejaba de visitar escuelas, hospitales y asilos previamente modificados.

Pero nada de esto fue suficiente. A pesar de los esfuerzos el Supremo empeoraba. Los grandes analistas del país no dejaban de reunirse para discutir tan delicada situación. Se pensó contratar a los más renombrados médicos, aun cuando sabía de antemano que aquella dolencia no tendría cura. Los males del Supremo eran ya terminales. Imposible seguir agrandando los objetos que le rodeaban pues se notarían desmesurados en comparación con el tamaño de las personas; a la Primera Dama no le cabía un milímetro más de maquillaje en la cara y se había negado rotundamente a aceptar la propuesta de usar la máscara de un muñecón de carnaval. Parecía no haber solución cuando un viejo general tuvo una idea.

Aquella noche todo el país estuvo en pie. Casa por casa se ultimaron preparativos. El consenso fue unánime: por el Supremo cualquier sacrificio era inútil. Para los rebeldes, los negados a cooperar, fue movilizada la policía, el ejército y hasta el cuerpo de bomberos. Hubo quienes prefirieron realizar el acto en soledad, otros llamaron a sus mejores amigos, algunos tiraron suerte con sus familiares. A las cinco de la madrugada se hizo un recorrido por barrios y a las seis y media de la mañana se declaró que el país entero había cumplido el Plan.

Entonces se preparó el desayuno del Supremo, que lo tomaría a las siete en su despacho. Quince minutos más tarde haría su entrada el concejal, encargado de llevar a sus manos el recién salido periódico en cuya primera plana rezaría en grandes titulares: !GLORIA AL SUPREMO!, o como bien dice el refrán: EN EL PAIS DE LOS TUERTOS EL CIEGO ES EL MEJOR REY.

PUNTO DE COCCIÓN

El Supremo tiene dedos gruesos y bigotes de cucaracha. Como lleva sesenta años en el poder le han sugerido que implemente un Doble. Nada indica que vaya a morir, pero es necesario que en ocasiones descanse; a veces pasa la noche en vela y luego inaugura hasta tres centros benéficos, con el inconveniente de repetir el mismo discurso, aunque no es menos cierto que es todo un maestro en el arte de la improvisación mínima.

Accede esta vez a la sugerencia de la Cámara y decide escoger a uno entre otros mil aspirantes. En la que puede considerarse la más hermética de sus cofradías, pondera la calidad del elegido, pero sin menospreciar al resto de los aspirantes; cualquiera podía ser el Doble: acumulan méritos suficientes y se parecen como un huevo a otro.

Por fin, el Doble hace su primera aparición pública: se trata del antiguo convento que han reconstruido y pronuncia un extenso discurso que involucra a las Hermanitas de la Caridad. El pueblo no se da por enterado: aclama efusivo; y un cómputo final indica que no se produjo un aplauso más ni menos. El Supremo -lo ha seguido por la Tele- considera el doblaje genial y se muestra emocionado.

Ahora el Doble debe comparecer ante su despacho, pero ocurre algo imprevisto. El Supremo le prodiga en contra de su costumbre, y tras una cortinita de tafetán, un efusivo abrazo. Se trata de un abrazo verdaderamente cálido, al punto que no pueden separarse y comienzan a arder ante el estupor general. Sí, los bigotes de cucaracha se inflaman y los gruesos dedos crepitan, mientras la cortina de tafetán flamea y larga pedazos.
Por supuesto, el único culpable ha sido el Supremo al burlar el guión establecido y despreciar la acordada distancia. Como no hay tiempo que perder la Cámara activa otro Doble y libra al pueblo tanto del trauma de la noticia como de las largas jornadas de duelo.

Ninguno de los miembros de la Cámara cometerá ahora el mismo error. Además de que no se toman semejantes libertades, no despiden la misma energía calórica. Forman una especie de séquito tibio y desemejante decidido a mantener el estatus, y no por gusto cuentan con una reserva de 999 aspirantes que manejarán, sin duda, con debida prudencia.

2 comentarios:

  1. Enhorabuena por decidirte...me alegro, me pone muy feliz, saber que ya tienes tu propio espacio para maquinar con el diablo si es preciso...

    Tu espacio, tus cuentos, tus vibraciones...

    un fuerte abrazo, un gran beso...

    Bienvenida al loco y dulce y amargo mundo de los blogs...

    Ánimo siempre, y no decaigas cuando vengan los días de desaliento...

    Siempre cabeza levanta, y paciencia...

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  2. Bueno mi nombre es Alex y...te felicito de veras, de corazon. El texto es genial y el mensaje, mejor no puede ser. Ahora me felicito yo de descubrirte. Cariños de un admirador...exitos.

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