lunes, 14 de junio de 2010

La Zona de opinión: Fábrica de Arte Cubano.

Entre la tristeza y la ira.

A veces me he preguntado por qué soy tan desconfiada, por qué no puede dejar de invadirme la suspicacia cuando encuentro bondades sin explicación o trámites que se hacen rápido, o días en que el transporte público parece maravilloso. Aquellos que me conocen bien saben que puedo ser irónica hasta el delirio y que no es fácil mi confianza en algo. No estoy orgullosa de eso. Me gustaría confiar más, me gustaría apostar más por las buenas acciones, por los proyectos desinteresados, sólo que odio el momento terrible en que descubro que he sido ingenua ante algo, que he caído en las redes de alguna artimaña.

Tal vez la más reciente resulte ser la llamada: Fábrica de Arte Cubano, proyecto del músico cubano X Alfonso que desde hace ya tres sábados funciona en la sala B de la Feria Pabexpo ubicada en Miramar, La Habana. Confieso que desde un principio me sedujo la idea de organizar en un lugar como este, donde según palabras de su principal organizador hay capacidad para 2000 personas, esta especia de amalgama de varias manifestaciones artísticas como la danza, el audiovisual, las artes plásticas y la música. Me parecía magnífico que los jóvenes cubanos pudéramos contar con un espacio así para compartir experiencias, escuchar buena música, vernos las caras y divertirnos un poco.

Así que el primer día me acerqué al lugar con muchas ganas y debó confesar que me gustó muchísmo lo que pude ver allí. La sala tenía una climatización muy buena, lo cual es bien importante teniendo en cuenta el gran calor que nos azota y amenaza con persistir ; el lugar era amplio y bien dispuesto, a ambos lados las obras de arte, al fondo el escenario, junto a las puertas dos expendios de bebidas, algunas mesas hacia los extremos; la iluminación estaba bien y el sonido, no soy una experta, me pareció bueno. Al llegar se exhibía un corto donde entrevistaban a Manolito, uno de mi locos preferidos y no sólo mío sino de media Habana, que hablaba a la cámara sobre la economía del país. Luego vino el concierto de X Alfonso, que no fue muy largo pero que dió paso luego a la música grabada y de esta manera el lugar devino discoteca. Salí antes de terminar así que mi regreso a casa fue feliz.

El segundo día, concierto de Kelvis Ochoa, descubrí que se había corrido la voz acerca del lugar pues había muchísima gente. Después de comprar la entrada y probar suerte indistintamente por las dos puertas de acceso a la sala debido a la enorme cola, o tal vez debía decir molote, pude lograr colarme en una de las embestidas del gentío sin que me aplastaran demasiado contra los paneles de la entrada o utilizaran mi cuerpo para romper la puerta de vidrio. Ummm, sospeché que la organización tal vez no había previsto tanta gente y tampoco cómo manejarlos, luego supe que se había roto la instalación de un artista por la marea humana y agradecí no haberlo visto.

En fin, esta vez se hacía más difícil encontrar espacio, pero bueno, nos arreglabámos, lo malo era a la hora de ir al baño, ya que olvidé decir que se encuentra fuera de la sala, por lo que había que volver a meterse en la embestida para retornar adentro. El regreso a casa feliz gracias a un amigo R.A. que se paró en la calle tercera delante de la guagua y que luego fuera regañado por eso por un policía de los tres que acompañaban al chofer. Otros, sin embargo, no tuvieron la misma suerte, ya que supe que en una de las rutas P4, los agentes del orden repartieron generosamente gas pimienta por puertas y ventanas ante el abarrortamiento del vehículo, como si se tratara de alguna manifestación pública o de intentos criminales masivos.

A la tercera va la vencida dicen, y parece que es cierto, pues el tercer sábado, que fue el pasado día 12 de junio, concierto de M Alfonso y Diana Fuentes, aquello terminó bastante feo. En un intento por lograr una mejor organización se anexó una especie de pasillo lateral a una de las entradas y se hizo una suerte de camino acordonado para llegar a la puerta, lo cual estuvo bastante bien hasta la hora de ir al baño. Entonces al ir a esa puerta me dijeron que la salida era por la otra, lo cual pareció sensato, pero al llegar a la otra descubrimos el molote otra vez, empujando para salir y de nuevo a los porteros dando gritos, empujando y finalmente cerrando la puerta, ya que además de salida era la entrada. En fin, luego de una orden superior esta puerta se habilitó como sólo para salir y la otra sólo para entrar. Eso no impidió que otra vez hubiera estampida para volver al lugar, matizada por los arranques de ira de uno de los porteros que podía cerrar la puerta para castigarnos y que una y otra vez decía: No nos entendemos, lo cual me parecía horrible pues me recordaba las palabras de Maceo a Martínez Campos sobre pactar y terminar la guerra de independencia, que fueron esas mismas.

No bien habíamos logrado volver a entrar y en medio de una canción de Calle 13 se acabó la música y se encendió la luz, dejando a todos en la incógnita hasta que diez minutos más tarde X Alfonso anunció por el micrófono que habían roto varias cosas, y que eso se terminaba, dos horas y media antes de lo previsto ya que debía durar desde las ocho de la noche hasta las dos de la mañana, y pedir por favor que la próxima vez se portaran mejor. Al salir del local me dí cuenta lo difícil que sería llegar a mi casa, pues había más de 3000 personas intentando hacer lo mismo desde un lugar que está bastante lejos del centro, para los cánones cubanos, donde 5 km es bien lejos por causa del transporte.

En las paradas de guaguas había cientos de personas y las pocas guaguas que pasaban a esa hora, más de medianoche, si paraban se iban sin abrir las puertas por miedo a la avalancha. Podían verse las olas de gente caminando a buscar otras paradas o tal vez sólo caminando para llegar a alguna parte. Yo llegué a casa a las tres y media y el concierto había terminado a las once y treinta y cinco, por lo que estuve más tiempo en camino que en el lugar mismo.

Quiero que quede claro que no estoy en contra de este ni de ningún proyecto que pueda ayudar a la promoción de arte cubano y a la vez a que los jóvenes tengan opciones culturales para la diversión, pero lo que me asquea en verdad es la poca importancia que se le da al público por los organizadores, el poco respeto que se brinda al cubano de a pie, que hace su esfuerzo por pagar 30 pesos en moneda nacional por una entrada y que luego si quiera beber debe pagar en C.U.C ya que en esa moneda son las ofertas gastronómicas, por cierto que infladas con un 15 % por el servicio consistente en despachar detrás de un mostrador.

Me molesta pensar que somos como vacas, animales que no saben comportarse y no nos merecemos nada de los que se nos da para muchos.

Exigo mi derecho a ser tratada correctamente como se debe hacer con un cliente, con respeto, y con el derecho que me otorga pagar el precio que se demanda. No me interesa cómo, pero la organización es imprescindible. Me niego a seguir soportando que me traten como a una niña de primaria a la que se le dice que si no se porta bien no va a salir al patio en el receso. Por favor, miren que aún a pesar de toda mi desconfianza y cinismo no me gustaría pensar que es como dice mi amigo R.A. la Fábrica de Dinero Cubano más que la Fábrica de Arte Cubano.

Nota: Por cierto, en un próximo post hablaré sobre las puertas de los lugares públicos en Cuba, ya que me llama la atención como en lugares donde hay hasta cuatro puertas sólo funciona una o a lo sumo dos, lo cual siempre me ha parecido una metáfora de la vida de los cubanos.

miércoles, 2 de junio de 2010

La Zona del Tributo: José María Heredia


Para muchos es a Heredia a quien pertenece en verdad la categoría de Poeta Nacional de Cuba.
Me cuento entre quienes piensan de esta manera.
No tengo claro cuáles son las razones que hacen que un poeta sea calificado con esta especie de título nobiliario, pero sí que si se refiere a la poesía Heredia es un candidato perfecto, y si se refiera a la política también.
Esta claro que la justicia no caracteriza ciertas selecciones y tal vez sea mejor así para el poeta, harto como seguro estaba de ser utilizado como estandarte.
Igual lo de un poeta nacional me parece entre ridículo y absurdo, pero si se trata de escoger un poeta me quedaría con Heredia.
Para muchos cubanos que no viven en Cuba el poema que publico hoy debe ser muy doloroso.
Imaginen entonces cuánto lo será para quienes en ella habitamos aún, pero que cada día nos cuesta más reconocerla.


HIMNO DEL DESTERRADO

Reina el sol, y las olas serenas
Corta en torno la prora triunfante,
Y hondo rastro de espuma brillante
Va dejando la nave en el mar.

“¡Tierra!” claman: ansiosos miramos
Al confín del sereno horizonte,
Y a lo lejos descúbrese un monte...
Le conozco... ¡Ojos tristes, llorad!

Es el Pan... En su falda respiran
El amigo más fino y constante,
Mis amigas preciosas, mi amante...
¡Qué tesoros de amor tengo allí!

Y más lejos, mis dulces hermanas,
Y mi madre, mi madre adorada,
De silencio y dolores cercada
Se consume gimiendo por mí.

Cuba, Cuba, que vida me diste,
Dulce tierra de luz y hermosura,
¡Cuánto sueño de gloria y ventura
Tengo unido a tu suelo feliz!

¡Y te vuelvo a mirar...! ¡Cuán severo
Hoy me oprime el rigor de mi suerte!
La opresión me amenaza con muerte
En los campos do al mundo nací:

Mas ¿qué importa que truene el tirano?
Pobre, sí, pero libre me encuentro:
Sola el alma del alma es el centro:
¿Qué es el oro sin gloria ni paz?

Aunque errante y proscrito me miro
Y me oprime el destino severo,
Por el cetro del déspota ibero
No quisiera mi suerte trocar.

Pues perdí la ilusión de la dicha,
Dame ¡oh gloria! tu aliento divino.
¿Osaré maldecir mi destino,
Cuando aún puedo vencer o morir?

Aun habrá corazones en Cuba
Que me envidien de mártir la suerte,
Y prefieran espléndida muerte
A su amargo, azaroso vivir.

De un tumulto de males cercado
El patriota inmutable y seguro,
O medita en el tiempo futuro,
O contempla en el tiempo que fue,

Cual los Andes en luz inundados
A las nubes superan serenos,
Escuchando a los rayos y truenos
Retumbar hondamente a su pie.

¡Dulce Cuba! en tu seno se miran
En su grado más alto y profundo,
La belleza del físico mundo,
Los horrores del mundo moral.

Te hizo el Cielo la flor de la tierra:
Mas tu fuerza y destinos ignoras,
Y de España en el déspota adoras
Al demonio sangriento del mal.

¿Ya qué importa que al cielo te tiendas,
De verdura perenne vestida,
Y la frente de palmas ceñida
A los besos ofrezcas del mar.

Si el clamor del tirano insolente,
Del esclavo el gemir lastimoso,
Y el crujir del azote horroroso
Se oye sólo en tus campos sonar?

Bajo el peso del vicio insolente
La virtud desfallece oprimida,
Y a los crímenes y oro vendida
De las leyes la fuerza se ve.

Y mil necios, que grandes se juzgan
Con honores al paso comprados,
Al tirano idolatran, postrados
De su trono sacrílego al pie.

¿A la sangre teméis...? En las lides
Vale más derramarla a raudales,
Que arrastrarla en sus torpes canales
Entre vicios, angustias y horror.

¿Qué tenéis? Ni aun sepulcro seguro
En el suelo infelice cubano.
¿Nuestra sangre no sirve al tirano
Para abono del suelo español?

Vale más a la espada enemiga
Presentar el impávido pecho,
Que yacer de dolor en un lecho,
Y mil muertes muriendo sufrir.

Que la gloria en las lides anima
El ardor del patriota constante,
Y circunda con halo brillante
De su muerte el momento feliz.

Al poder el aliento se oponga,
Y a la muerte contraste la muerte:
La constancia encadena la suerte;
Siempre vence quien sabe morir.

Enlacemos un nombre glorioso
De los siglos al rápido vuelo:
Elevemos los ojos al cielo,
Y a los años que están por venir.

Si es verdad que los pueblos no pueden
Existir sino en dura cadena,
Y que el Cielo feroz los condena
A ignominia y eterna opresión,

De verdad tan funesta mi pecho
El horror melancólico abjura,
Por seguir la sublime locura
De Washington y Bruto y Catón.

¡Cuba! al fin te verás libre y pura
Como el aire de luz que respiras,
Cual las ondas hirvientes que miras
De tus playas la arena besar.

Aunque viles traidores le sirvan,
Del tirano es inútil la saña,
Que no en vano entre Cuba y España
Tiende inmenso sus olas el mar.




sábado, 27 de febrero de 2010

La Zona Histórica

Una fecha luctuosa para los cubanos: 27 de febrero de 1874

Se cumplen hoy 136 años de la muerte del Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes del Castillo.

Algunos dicen: “cayó en combate desigual”; otros, entre quienes me incluyo, sostienen que el abandono del cual fue objeto no sólo lo llevó a aquel paraje agreste de la Sierra Maestra llamado San Lorenzo, sino que, en última instancia, fue responsable de la cacería que sobre él lanzara la columna de soldados españoles del Batallón de San Quintín, presumiblemente conducida hasta allí por algún informante.

Le había sido negada la escolta que por su alto rango político le correspondía, y su hijo mayor, Carlos Manuel, que lo acompañaba en su destierro, no estaba con él en esos momentos: el Padre fundador de nuestro país y nuestra nacionalidad, el primero en declarar libres a sus muchos esclavos y proclamar la independencia de Cuba, fue acosado, acorralado cual animal perseguido. Ya casi estaba ciego… trató de defenderse como pudo, lo poco que pudo: en su solitaria y desesperada defensa, ya herido de muerte, terminó despeñándose por un barranco.

La Cámara de Representantes lo había destituido el 27 de octubre de 1873. Al respecto dijo:


"En cuanto a mi deposición he hecho lo que debía hacer. Me he inmolado ante el altar de mi Patria en el templo de la ley. Por mí no se derramará sangre en Cuba. Mi conciencia está muy tranquila y espera el fallo de la Historia. Y pongamos aquí punto final a la política".

No pudo marchar al extranjero para desde allá continuar ayudando en el afán de hacer a Cuba Libre, pues nunca le fue otorgado el salvoconducto pertinente para hacerlo. Marchó entonces a ese rincón cubano que lo vio morir, para dedicar sus últimos días y sus últimas energías, su inmenso talento y su envidiable cultura, a enseñar a los niños campesinos en una humilde escuela.

Cuesta recordar este acontecimiento sin que una oleada de tristeza inunde nuestro corazón.

Pero, al mismo tiempo, nos llena de sólido orgullo y satisfacción sin límites el saber que somos herederos de un Hombre como Carlos Manuel de Céspedes del Castillo, cuya memoria ocupa uno de los sitiales más altos de nuestra Historia patria.



Norma Normand Cabrera

27 de febrero de 2010.




miércoles, 3 de febrero de 2010

La Zona Literaria (En este día nublado un fragmento de texto inconcluso)


TUMORES

A causa de esa cabeza pierdo frases enteras, palabras y sílabas, numerosas sílabas…, salvo cuando es en inglés porque esa lengua sí la domino a la perfección, pero si se trata de alemán o ruso o checo entonces tengo que realizar un esfuerzo enorme, toda una operación de llenado que me deja exhausto, completamente exhausto, Y lo peor es que a causa de esa cabeza pierdo también miles de millones de imágenes cada segundo, fragmentos de imágenes, pues tengo que dirigir demasiado la vista, a un lado y otro, mientras esa cabeza todo el tiempo delante se desplaza al unísono, como si también a ella le ocurriese lo mismo…, aunque no en igual medida, por supuesto, eso nunca, se trata de una enorme cabeza hidrocéfala, y cinemática, y yo apenas alcanzo a soportar sobre el cuello, una cabeza güiro, mucho más pequeña, aunque eso sí, acerada y brillante. Por otra parte, de correrme dos o tres butacas a derecha o izquierda, me persigue, se corre ella también a derecha o izquierda, lo cual es extraño porque un perseguidor debe estar detrás y no delante, pero esta vez es delante, sólo delante, una verdadera cabeza avant-garde. Claro, abusa porque sabe que nunca me movería a otra fila, me ha observado durante años y sabe, esta cabeza cinemática, que nunca he pasado de la novena, ¡qué digo de la novena…! Siento una verdadera aversión por las primeras filas, por cualquier fila que no sea la adecuada para mi cabeza, más adecuada a medida que más alejada, salvo cuando la sala es demasiado larga, pero no es este el caso, no es este el Negrete o Payret. Mi padre solía empollar en la quinta, era su fila favorita, me atiborraba de maní tostado y me obligaba a permanecer en la quinta, mirando el enorme pantallamen que se me metía por los ojos al tiempo que me provocaba tortícolis… Extraño injerto, me digo, que una cabeza llena de agua pueda retener tantos títulos, una aberración sin par. Jamás vi semejante cabeza cinemática, capaz de salvaguardar tanta morralla… ¿Se da cuenta usted? Hemos entrado en este lugar para refugiarnos de todo lo que nos persigue y aún dentro seguimos siendo perseguidos. Hemos venido huyendo y bajo este techo continuamos huyendo, de butaca en butaca y de imagen en imagen. Afuera nos persigue el horror, la vida, que no es otra cosa que un filme de horror, un acostumbrarse al horror y a la idea de morir. Todo lo que nos rodea no es más que horror, la gente, las cosas, los sentimientos, hasta el clima es un horror en estos días, uno siente de pronto un calor inmenso, un calor bochornoso que es el horror mismo. Sin embargo, nosotros siempre quisimos escapar del horror, aunque claro está, una y otra vez no hemos hecho más que sumergirnos en el horror queriendo huir de él. Un día entramos a este lugar y no encontramos más que una reproducción a escala de todo lo de afuera. O mejor, una reproducción a secas, porque no hay que olvidar la gran pantalla delante de nosotros o tal vez de delante de la cabeza que tenemos delante. Esa gran pantalla repleta de miserias, de horror y de intentos para escapar del horror. Día tras día miramos a la pantalla y no hacemos más que observar lo mismo. No importa cuan diferentes pueden ser las imágenes, al final siempre será lo mismo, cada imagen no es más que el remedo de la anterior, cada imagen es una versión de su antecesora, una sola imagen rodante es lo que vemos y esa es la representación del horror. Por supuesto, no siempre lo vi así y no siempre lo consideré de ese modo. Al inicio me sentía seguro, creí sentirme seguro en este lugar como creía estarlo también en la profesión. Me sentía seguro, pero luego descubrí la cabeza, sea cabeza que me persigue y amenaza con seguir persiguiéndome. Entonces supe que no estaba seguro, supe que seguiría siendo perseguido por algo aunque ese algo pudiera parecer tan inofensivo como lo parece una cabeza que se interpone entre nuestros ojos y los subtítulos de los filmes. Sin dudas se trata de una cabeza come letras que se come también los ojos. Sin dudas todo lo echa a perder y lo pudre como un tumor. Y acaso se trata de eso, del inmenso tumor que se riega por todas partes y nos invade sin consideración. Un tumor que va de dentro hacia fuera, de la pantalla a la taquilla y luego de la taquilla a tanta gente chillona y mediocre. Antes podíamos refugiarnos en el club, allí teníamos tranquilidad. Cada viernes una fiesta y cada jueves una cena. No había mejores oncólogos ¿recuerda usted?, nos llamaban de todas partes. Pero llegó toda esa gente y tuvimos que poner pies en polvorosa. Primero nos llaman y usan nuestro plan de acción y después se lo adjudican y nos convierten en parias, toda esa gente joven. Estos apropiadores que no respetan firmas y ni se les puede demandar. Entonces te tienes que ir al cine y convertirte en cabeza cinéfila donde no hay más que cabezas cinemáticas, espantosas cabezas hidrocéfalas como esta que se nos atraviesa. Apenas vemos la pantalla pero vemos su tumor, claramente definido, un tumor de agua asentado en la mismísima silla turca, chupando información, procesando sin entender. Pero ahora todo es así ¿se da cuenta?, una verdadera cisterna a punto de reventar, el sinsentido lo invade todo. ¿Se ha fijado usted en las noticias?, ¿y el clima?, ¿y las canciones? Todo adquiere una forma caótica, a tal punto ha llegado el horror que lo va deformando todo, como el tumor mismo, desplaza lo que es sano e instala lo podrido, hace rey a lo podrido. Ya no hay donde esconderse, lo podrido siempre nos alcanza, como esa cabeza que nos persigue. Lo vimos venir. Igual que en las consultas, al entrar los pacientes, sabíamos el que estaba marcado, no importaba si tenía la mejor de las sonrisas o la expresión más anodina, el tumor lo señoreaba, lo poseía, y nosotros lo veíamos bien claro. También en este caso, tuvimos la premonición, pero nunca calculamos el alcance real, la duración del mal. Si hubiéramos podido hacer un corte para extirpar habríamos sabido que no había remedio, semejante daño no tenía cura, sería largo y doloroso. De todas formas nadie nos habría escuchado, se habrían reído de nosotros, nos habrían condenado, entonces ni siquiera nos quedaría corrernos de butaca.

miércoles, 27 de enero de 2010

La Zona Fotográfica

Una foto de Saudek, del año 1969: Social-eyes with Dark Eyes Vodka.

jueves, 21 de enero de 2010

La Zona del Recuerdo.

La memoria ingrata.


Venían de Haití aquellas artesanías que tanto admiré hace unos tres años. Estaban hechas de lata, o mejor dicho, de los latones desechados en los puertos, lata petrolera, lata sin gracia aparente, que luego manos de artistas convertían en increíbles figuras repujadas. Toda una mitología religiosa, sobre todo de esas hermosísimas deidades marinas que llenan el imaginario haitiano.
Recuerdo en especial una mampara, compuesta por cuatro hojas del pesado metal de color envejecido. Era una verdadera maravilla de figuras que danzaban en el aire, en un fondo acaso marino, acaso celeste, tal vez ambas cosas. Habría podido quedarme contemplándolo por horas, en busca de nuevos detalles, de nuevas texturas. No sé bien que sucedió con esa pieza, si regresó a Haití, si consiguió llegar a una feria artesanal en Europa donde tal vez se vendió por un precio bien lejano al que merecía, al que yo habría estado dispuesta a pagar al menos en mis sueños.
No sé que pasó con esa bellísima obra de arte, como tampoco si las manos que la construyeron aún pueden moverse, si la imaginación que la concibió aún persiste. El dolor es grande, y sobre todo pienso, en aquellos de los cuales ni siquiera quedará el registro de su existencia, los que perdieron entre los escombros no sólo sus cuerpos, sino también toda su memoria, todo vestigio de su paso por este mundo.

jueves, 10 de diciembre de 2009

La Zona perdida.

No tengo internet ahora, es perturbador, y a la vez me libera. Extraño mis jornadas de navegar, pero mi vida es intensa a pesar de las peripecias y las trabas.

jueves, 29 de octubre de 2009

La Zona Fotográfica


Quinta avenida en los años cincuenta, se nota que no había Revolución... Energética.

miércoles, 28 de octubre de 2009

La Zona de opinión.

Todos por lo mismo: apocalípticos e integrados.

La maestra de Educación Física con su blackberry en la mano derecha y su camiseta Ed Hardy aplaude fervorosa la actuación de los "pioneros" de quinto grado: es el matutino organizado en homenaje a la desaparición de Camilo Cienfuegos. La última frase dicha por los alumnos remite a un dilema aún no resuelto, el paradero real del héroe, pero la frase pareciera hueca, y lo es en un contexto tan anacrónico.
La mitad de los niños que observan el "acto político-cultural" está al sol. Se tapan las caritas con lo que pueden, muchos con las pequeñas manos, otros con las mismas flores que echaran a una cazuela de aluminio, limpia, eso sí, que luego será llevada al mar, al río a algún charco cercano. Años atrás la cazuela misma ha estado llena de agua, como si la alegoría funcionara en efecto de esa manera, como si se pudiera explicar a un niño, como tuve que hacer con la mía, que el recipiente está lleno de agua para que asemeje a echar las flores al mar, como corresponde con la tradición. La historia se rompe allí donde el infante es incapaz de entender la semejanza entre un caldero lleno de agua y el mar, y no por deficiencias del niño, sino porque en verdad no tiene nada en común, en absoluto.
Versos que se dicen atropellados para terminar más rápido, canciones preparadas al corre corre que de tan desafinadas obligan a la maestra a terminar cantando ella misma lo que debió ser una canción hecha por los "pioneros", textos leídos que parecieran sacados de algún libro de redacción y concordancia, pero de entre los ejemplos de lo qué nunca debe hacerse con el lenguaje, de tan incoherentes y extrañados.
De suerte será de los recuerdos que se olvidan, gracias a la cualidad humana de poseer una memoria selectiva. Confío en que ese espacio sea llenado por alguna historia mejor y también confío en que estos niños alguna vez comprendan la verdadera noción de patria, la patria que trasciende consignas y cazuelas, malos maestros e ideologías huecas y retrógradas.

jueves, 15 de octubre de 2009

La Zona del Recuerdo.

Nostalgia sin Tarkovski.

El lunes pasado se inauguró en La Habana, en el cine Charles Chaplin, la muestra Cuatro décadas de Cine Polaco, donde participan once películas de este país de diversos directores. A propósito del tema hice un anuncio en Facebook acerca de mi intención de asistir y recibí un comentario de un amigo sobre sus visitas a la Cinemateca para ver todo tipo de maravillas del cine mundial y en especial del de Europa del Este. Es mucha verdad, en el Chaplin hemos podido disfrutar de cine ruso, de la época soviética y posterior, polaco, checo, húngaro, alemán, entre otros, con más o menos asiduidad. Sin embargo, y aunque ha sido para nosotros una especie de lugar de refugio, paraíso como diría mi amigo, no es suficiente.
Hoy bien temprano, cuando regresaba a casa después de dejar a mi hija en la escuela y me dirigía a buscar el pan, pasé por lo que fuera el cine Avenida, en 41 entre 56 y 58, en Playa, que bien pudiera calificar como el cine mi niñez. En este lugar ví maravillas como "Los aristogatos", "La balada de los Dalton", y comencé a disfrutar de lo que luego se convertiría en una preferencia que aún me persigue, los mangas japoneses que a principios de los ochenta daban sus primeros pasos con "Voltus V", "Mazinger Z" y la norteamericana, pero notablemente dibujada por nipones "El último unicornio". También allí, pero ya adolescente tuve oportunidad de saborear mi primera película de Almodóvar, "Mujeres al borde de un ataque de nervios" que me dejó con el placer tremendo que todavía me embarga con las obras de este director español.
Hoy, cuando pasé por el otrora Avenida dejé a un lado a Calle 13 y me quité los audífonos para preguntar a un trabajador que pulía el suelo qué iban a hacer en aquel lugar y me dijo que una discoteca. Las emociones fueron varias, tristeza infinita por perder un templo de mi niñez, de la de mis hermanos y vecinos, alegría porque pensé que así tal vez mi hija en su adolescencia podría tener un lugar cercano a dónde acudir a divertirse, inquietud de pensar cómo se llenarían más estas calles de borrachos y gente desagradable.
Después de estos primeros sentimientos se instaló la nostalgia, no sólo por el Avenida, sino por todos los cines de barrio de esta ciudad, de los que quedan si acaso un cuarto de los que hubo. En algún momento La Habana sí fue un paraíso para los cinéfilos de todas las edades e ir al cine era un actividad natural y romántica que bien podía terminar con un delicioso helado en las cafeterías que solía haber al lado de las salas. En algún momento pudimos ver casi todo lo que valía, o al menos lo que se nos dejaba ver, pero mucho mucho más que ahora. Era posible sentarse en el Ambassador a ver "Érase una vez en América", "El lado oscuro del corazón " o "Ran" sin que cayera agua del techo o se te posara al lado un masturbador insistente.
Pero en verdad, hemos comprobado que estos momentos pasaron y que aunque la cinemateca aún nos programe maravillas del cine ruso y polaco y hasta anuncie ciclos de mi director ruso favorito nos va a quedar ese sabor frío y desagradable de una nostalgia llana, una nostalgia aún así sin Tarkovski.