lunes, 14 de junio de 2010

La Zona de opinión: Fábrica de Arte Cubano.

Entre la tristeza y la ira.

A veces me he preguntado por qué soy tan desconfiada, por qué no puede dejar de invadirme la suspicacia cuando encuentro bondades sin explicación o trámites que se hacen rápido, o días en que el transporte público parece maravilloso. Aquellos que me conocen bien saben que puedo ser irónica hasta el delirio y que no es fácil mi confianza en algo. No estoy orgullosa de eso. Me gustaría confiar más, me gustaría apostar más por las buenas acciones, por los proyectos desinteresados, sólo que odio el momento terrible en que descubro que he sido ingenua ante algo, que he caído en las redes de alguna artimaña.

Tal vez la más reciente resulte ser la llamada: Fábrica de Arte Cubano, proyecto del músico cubano X Alfonso que desde hace ya tres sábados funciona en la sala B de la Feria Pabexpo ubicada en Miramar, La Habana. Confieso que desde un principio me sedujo la idea de organizar en un lugar como este, donde según palabras de su principal organizador hay capacidad para 2000 personas, esta especia de amalgama de varias manifestaciones artísticas como la danza, el audiovisual, las artes plásticas y la música. Me parecía magnífico que los jóvenes cubanos pudéramos contar con un espacio así para compartir experiencias, escuchar buena música, vernos las caras y divertirnos un poco.

Así que el primer día me acerqué al lugar con muchas ganas y debó confesar que me gustó muchísmo lo que pude ver allí. La sala tenía una climatización muy buena, lo cual es bien importante teniendo en cuenta el gran calor que nos azota y amenaza con persistir ; el lugar era amplio y bien dispuesto, a ambos lados las obras de arte, al fondo el escenario, junto a las puertas dos expendios de bebidas, algunas mesas hacia los extremos; la iluminación estaba bien y el sonido, no soy una experta, me pareció bueno. Al llegar se exhibía un corto donde entrevistaban a Manolito, uno de mi locos preferidos y no sólo mío sino de media Habana, que hablaba a la cámara sobre la economía del país. Luego vino el concierto de X Alfonso, que no fue muy largo pero que dió paso luego a la música grabada y de esta manera el lugar devino discoteca. Salí antes de terminar así que mi regreso a casa fue feliz.

El segundo día, concierto de Kelvis Ochoa, descubrí que se había corrido la voz acerca del lugar pues había muchísima gente. Después de comprar la entrada y probar suerte indistintamente por las dos puertas de acceso a la sala debido a la enorme cola, o tal vez debía decir molote, pude lograr colarme en una de las embestidas del gentío sin que me aplastaran demasiado contra los paneles de la entrada o utilizaran mi cuerpo para romper la puerta de vidrio. Ummm, sospeché que la organización tal vez no había previsto tanta gente y tampoco cómo manejarlos, luego supe que se había roto la instalación de un artista por la marea humana y agradecí no haberlo visto.

En fin, esta vez se hacía más difícil encontrar espacio, pero bueno, nos arreglabámos, lo malo era a la hora de ir al baño, ya que olvidé decir que se encuentra fuera de la sala, por lo que había que volver a meterse en la embestida para retornar adentro. El regreso a casa feliz gracias a un amigo R.A. que se paró en la calle tercera delante de la guagua y que luego fuera regañado por eso por un policía de los tres que acompañaban al chofer. Otros, sin embargo, no tuvieron la misma suerte, ya que supe que en una de las rutas P4, los agentes del orden repartieron generosamente gas pimienta por puertas y ventanas ante el abarrortamiento del vehículo, como si se tratara de alguna manifestación pública o de intentos criminales masivos.

A la tercera va la vencida dicen, y parece que es cierto, pues el tercer sábado, que fue el pasado día 12 de junio, concierto de M Alfonso y Diana Fuentes, aquello terminó bastante feo. En un intento por lograr una mejor organización se anexó una especie de pasillo lateral a una de las entradas y se hizo una suerte de camino acordonado para llegar a la puerta, lo cual estuvo bastante bien hasta la hora de ir al baño. Entonces al ir a esa puerta me dijeron que la salida era por la otra, lo cual pareció sensato, pero al llegar a la otra descubrimos el molote otra vez, empujando para salir y de nuevo a los porteros dando gritos, empujando y finalmente cerrando la puerta, ya que además de salida era la entrada. En fin, luego de una orden superior esta puerta se habilitó como sólo para salir y la otra sólo para entrar. Eso no impidió que otra vez hubiera estampida para volver al lugar, matizada por los arranques de ira de uno de los porteros que podía cerrar la puerta para castigarnos y que una y otra vez decía: No nos entendemos, lo cual me parecía horrible pues me recordaba las palabras de Maceo a Martínez Campos sobre pactar y terminar la guerra de independencia, que fueron esas mismas.

No bien habíamos logrado volver a entrar y en medio de una canción de Calle 13 se acabó la música y se encendió la luz, dejando a todos en la incógnita hasta que diez minutos más tarde X Alfonso anunció por el micrófono que habían roto varias cosas, y que eso se terminaba, dos horas y media antes de lo previsto ya que debía durar desde las ocho de la noche hasta las dos de la mañana, y pedir por favor que la próxima vez se portaran mejor. Al salir del local me dí cuenta lo difícil que sería llegar a mi casa, pues había más de 3000 personas intentando hacer lo mismo desde un lugar que está bastante lejos del centro, para los cánones cubanos, donde 5 km es bien lejos por causa del transporte.

En las paradas de guaguas había cientos de personas y las pocas guaguas que pasaban a esa hora, más de medianoche, si paraban se iban sin abrir las puertas por miedo a la avalancha. Podían verse las olas de gente caminando a buscar otras paradas o tal vez sólo caminando para llegar a alguna parte. Yo llegué a casa a las tres y media y el concierto había terminado a las once y treinta y cinco, por lo que estuve más tiempo en camino que en el lugar mismo.

Quiero que quede claro que no estoy en contra de este ni de ningún proyecto que pueda ayudar a la promoción de arte cubano y a la vez a que los jóvenes tengan opciones culturales para la diversión, pero lo que me asquea en verdad es la poca importancia que se le da al público por los organizadores, el poco respeto que se brinda al cubano de a pie, que hace su esfuerzo por pagar 30 pesos en moneda nacional por una entrada y que luego si quiera beber debe pagar en C.U.C ya que en esa moneda son las ofertas gastronómicas, por cierto que infladas con un 15 % por el servicio consistente en despachar detrás de un mostrador.

Me molesta pensar que somos como vacas, animales que no saben comportarse y no nos merecemos nada de los que se nos da para muchos.

Exigo mi derecho a ser tratada correctamente como se debe hacer con un cliente, con respeto, y con el derecho que me otorga pagar el precio que se demanda. No me interesa cómo, pero la organización es imprescindible. Me niego a seguir soportando que me traten como a una niña de primaria a la que se le dice que si no se porta bien no va a salir al patio en el receso. Por favor, miren que aún a pesar de toda mi desconfianza y cinismo no me gustaría pensar que es como dice mi amigo R.A. la Fábrica de Dinero Cubano más que la Fábrica de Arte Cubano.

Nota: Por cierto, en un próximo post hablaré sobre las puertas de los lugares públicos en Cuba, ya que me llama la atención como en lugares donde hay hasta cuatro puertas sólo funciona una o a lo sumo dos, lo cual siempre me ha parecido una metáfora de la vida de los cubanos.

1 comentario:

  1. Lo de las puertas da para bastante. Quizás no sea metáfora sino reflejo.

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