martes, 13 de octubre de 2009

La Zona de opinión

Aventuras policiales.

Ayer en la tarde cuando regresaba con mi hija de su escuela tuve un encuentro cercano con las autoridades locales, o sea con la policía. Venía con mi niña, dos amiguitos de la escuela y la madre de estos cuando al cruzar una calle se me cayó al suelo, sin que me percatara, el pomo donde suele llevar el agua mi hija, y al aviso de un muchacho que se dió cuenta regresé corriendo y lo recogí sin que hubiera otro incidente.
Continué mi camino hablando con Cristina, la otra madre, de todas esas cosas que se hablan al salir de la primaria, la merienda que los niños deben llevar porque si no es así se mueren de hambre ya que al almuerzo escolar es una verdadera pena, o quizás de las ausencias de las maestras, o de los casos de dengue y AH1N1 que hay en la escuela, en fin, verdaderas nimiedades, cuando de pronto y de la manera más espectacular vimos acercarse un carro policial dando marcha atrás y detenerse frente a nosotros en la calle.
Entonces el copiloto de semejante nave me hizo una seña indefinida con las manos. No dijo Buenas tardes, ni otra palabra de saludo, sólo me señaló con un dedo y luego hizo ese gesto con la mano indicándome que debía acercarme a él. Al principio dudé que fuera conmigo, porque en verdad no encontraba el sentido a aquello, pero luego con mucha curiosidad me acerqué al uniformado.
Quería saber, el tal, por qué yo había corrido a recoger el pomo, y le expliqué que me pertenecía, luego preguntó si yo estaba segura porque una señora en la otra cuadra decía que era suyo, repetí que sí y que si tenía dudas estaba el muchacho que había visto el pomo caer de mi mochila y si quería me confrontara a la señora esa. Él no me respondió, ni siquiera se dignó a mirame, sólo le pidió al chofer que arrancara y me dejó sin más explicaciones en el medio de la calle.
Entonces pensé muchas cosas, el trato odioso que tienen los policías en este país hacia los ciudadanos, el tiempo que les sobra para perder en boberías y no hacer bien su trabajo, el poder que poseen y no cesan de demostrar encima de autos y motos relucientes con salarios elevados que muchas veces profesionales consagrados no piensan cobrar.
Igual me dí cuenta que si él hubiera querido habría podido detenerme, que no hay una ley que se lo impida ni que me proteja, que habría sido mi palabra contra la de él y me quedé pensando cuál sería la pena para este terrible delito de apropiamiento ilícito de pomo plástico vacío envuelto en bolsa de tela.

2 comentarios:

  1. No te puedes imaginar el odio que le tengo a esa gente. Nos los puedo mirar y cuando voy a Cuba le pido a todo lo que hay en el cielo no encontrarme con ellos. Son los esbirros perfectos, la caca pegajosa de la sociedad. No sólo humillan, sino que quieren que uno se sienta humillado. Los traen de sabrá Dios que monte y les dan las armas de la represión. Sé lo que se siente. un saludo

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  2. Yo me imagino que, cuando menos, la vieja que queria el pomo les habia hecho cafe y les dijo "Cometelo, jabao!", porque no se explica que cuando te hagan falta nunca aparezcan y cuando aparezcan sea para estupideces semejantes.

    En fin.... el mar.

    PD. Para publicar en blogspot hace falta pasar por tantos filtros que parece como si fueran hechos en Villa Marista.

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