jueves, 6 de agosto de 2009

La Zona Literaria (Homenaje al poeta polaco Zbigniew Herbert)

NOTAS DE VIAJE: ACERCAMIENTO AL TERRITORIO HERBERT

Tal vez tendría que agradecer a aquel primer novio de la primavera del año 1995 porque al desprenderme de su compañía y luego de la rotura de mi televisor accedí a los reclamos de mi madre sobre el buen aprovechamiento del tiempo y me dediqué a frecuentar la Cinemateca como si se tratara de un club de moda. También agradecería la no existencia de este tipo de club, o mejor dicho que mi pobre bolsillo no me permitiera asistir a la ansiada discoteca luego desaparecida no sin dejar atrás una estela de misterios, voluptuosidades y sustancias alucinógenas. No tardé en reconocer lo que en comienzo fuera una mezcla de hastío e indiferencia que se tornó después en una especie de adicción febril que me costó no pocos resfriados.

Acudir al cine Charles Chaplin en ese momento era frecuentar una sala casi vacía, pero donde se podía encontrar mucho de la cinematografía que no acostumbrábamos a disfrutar en la tv plagada como hasta ahora del hálito hollywoodense. Fue en aquel lugar donde mi generación conoció a Tarkovsky, Antonioni, Bergman, el mejor Kubrick, algún Mijalkov y otras muchas maravillas entre las cuales encontramos también a Andrezj Wajda y a Krzysztof Kiéslowski.

Recuerdo en especial haber visto Cenizas tres veces en la misma temporada y perseguir cada una de las películas que luego conformarían mi propia lista de Wajda: Generación, Lodna, Kanal, Cenizas y Diamantes, Todo para vender, Samson, Paisaje después de la batalla, Los abedules y otras. Más tarde me acerqué con avidez a los tres colores que proclamaban liberté, égalité et fraternité y al Decálogo con la certeza absoluta de ser testigo de un rigor singular.

Yo, quien sólo conocía a Polonia por los grises libros de historias que señalaban en todo caso la ubicación geográfica y el número de muertos durante el holocausto alemán, y por los dibujos animados de mi niñez, descubrí entonces un país intenso, lugar que se aferraba a sus nativos y se resistía a desaparecer muy al contrario de lo mostrado por los mapas políticos de varias épocas.

Recuerdo en especial una escena de Cenizas, el diálogo entre el noble masón y el joven soñador en la biblioteca del primero y me gusta imaginar cómo al hablar acerca de la condición de ser polaco el noble algo afrancesado acariciaba el lomo de un libro de duras tapas o acaso una amarillenta partitura para luego responder como lo haría un personaje de Borges: ser polaco es una acto de fe.

Acercarme a la poesía de Zbigniew Herbert se torna entonces en mi caso un encuentro con un pasado cercano, evocación de ciertos aromas ya apercibidos en aquellos encuentros con el cine polaco visitado en mi primera juventud, esta vez, debo decirlo, sin la ingenuidad de aquellos años y con las marcas ocasionadas por ciertos dolores.

Pedazos de historia, de la historia que involucraba no sólo a Polonia como nación, sino también a gran parte de Europa, la de Rusia, por ejemplo, presentada en la obra de Herbert ya sea en su papel de invasora, como de inmigrante, como de víctima.

Me gusta pensar en la poesía de Herbert y no ver sólo en ella a ese autor romántico mencionado por algunos estudiosos, entregado a los clásicos y desde una autoridad moral que reclamaba la fidelidad total a los ideales, me gusta repasar su poesía desde la libertad, esa del poeta para decir lo pensado a través de sus palabras e involucrar para ello toda una serie de referencias que se remontan a otras épocas, otros personajes, otros lugares.

Aunque me circunscribo a las traducciones del polaco al español con todas las limitaciones que esta operación implica, me cautiva la fuerza de esta poesía reveladora de la vida real de un país asediado por otros y por sí mismo, de gente en la búsqueda de una verdadera nacionalidad, de su propio concepto de patria.

Un País

En la misma esquina de este viejo mapa hay un país que añoro.

Es la patria de las manzanas, las colinas, los ríos perezosos, del vino agrio y el amor.

Por desgracia una gran araña tejió sobre él su tela

y con su viscosa saliva cerró las puertas del sueño.

Y es siempre así: el ángel con la espada de fuego, la araña y la conciencia.


En el prólogo a la edición cubana de los Cuentos Polacos, publicada en 1978 por la Editorial Arte y Literatura en colaboración con la Editorial Literatura de Cracovia el autor Michael Sprusinski nos dice "Después de 1918, cuando Polonia volvió a figurar en el mapa político de Europa, la novela, principalmente, se ocupó de arreglar cuentas con el pasado, al comparar respectivamente los viejos sueños de libertad con la forma en que se llevaba a cabo su realización".

El acercamiento de Herbert a la historia, aunque en ocasiones disfrazado de otros tiempos, nos permite percibir los acontecimientos que suceden en el momento que se vive, no como arreglo de cuentas, sino como reclamo inmediato en muchas ocasiones.

Su Señor Cógito se nos convierte entonces en una especie de antihéroe anónimo, algo así como un espectador a veces pasivo y en apariencia indiferente hacia las situaciones que se le presentan, en un juego irónico sobre las reacciones humanas, los pensamientos y el sentido de algún tipo de existencia.

Pudiera haber sido Cógito entonces el obrero de El Hombre de Mármol quien ve desmoronarse ante sí no sólo su propia figura de héroe construido en falso, sino de todo el aparataje que lo ha llevado a posar para una monumental escultura debidamente escondida una vez que el héroe cae en desgracia.

Acaso hubiera sido uno de los destinados al gas en Auschwitz, despojados de sus pertenencias que luego otros prisioneros escamoteaban a los alemanes so pena de sufrir severos castigos. Otros prisioneros algo soberbios, con miradas de superioridad y desprecio por los condenados a muerte como si estuvieran a salvo ellos mismos, esos del texto İ Señoras y señores, pasen al gas! de Tadeusz Borowski .

Pero también Don Cógito nos muestra la atmósfera de los círculos entre los cuales se desenvolvía el poeta. Bastaría leer Qué piensa Don Cógito del infierno para ver el retrato de una sociedad donde los artistas son ellos mismos sirvientes y promotores del poder, retrato bien familiar.

Qué piensa Don Cógito del infierno

El más bajo círculo del infierno. Contra la opinión generalizada no lo habitan ni déspotas,
ni matricidas, ni quienes rondan tras el cuerpo ajeno. Es el asilo de los artistas, lleno de espejos, instrumentos y retratos. A primera vista, la más confortable sección del infierno,
sin alquitrán, fuego o torturas físicas.
Todo el año se celebran aquí concursos, festivales y conciertos. No hay temporada alta. El lleno es permanente y prácticamente absoluto. Cada trimestre surgen nuevos rumbos y,
según parece, nada está en disposición de detener el triunfal avance de la vanguardia.
Belcebú ama el arte. Jáctase de que sus coros, sus poetas y pintores ya casi sobrepujan
a los celestes. Quien tiene el mejor arte, tiene el mejor gobierno -por supuesto. Pronto podrán
medirse en el Festival de los Dos Mundos. Y entonces veremos qué queda de Dante,
Fra Angélico o Bach.
Belcebú apoya el arte. Asegura a sus artistas paz, buena pitanza y estricto aislamiento de la vida infernal.

Ahora bien, si algo me absorbe en la poesía de Zbigniew Herbert es su tono de ironía, ese toque tremendo utilizado en sus poemas y que en otras voces hubiera sonado exagerado e incluso patético. El delgado hilo con que se hilvana esta poesía a veces con un dejo de ingenuidad es capaz de proclamar una verdad abrumadora.

Hace sólo unos meses fuimos testigos de otra retrospectiva de Andrezj Wajda en la Cinemateca de Cuba. Trece años después de mi primer acercamiento a este director polaco debo confesar que no ha dejado de conmoverme. Aunque no asistí todos los días, ya no tengo esos ociosos dieciocho años, me emocioné especialmente con El Hombre de Mármol, Pan Tadeuz, versión de la obra homónima de Adam Mickiewicz y la escalofriante Katyn.

Katyn nos revela los hechos ocurridos en el año 1940 cuando 12 000 oficiales polacos fueron asesinados por el Ejército Ruso, crimen nunca reconocido por el gobierno de Stalin y que ellos atribuyeran a los nazis luego del fin de la guerra. En el filme no sólo se aborda el dolor de los familiares por la pérdida de sus seres queridos, sino también por la mentira proclamada a voces. Son personajes puestos a escoger, como bien diría uno de ellos entre estar del lado de los asesinados o del lado de los asesinos.

Hace once años de la muerte del escritor y el Parlamento de la República de Polonia declaró el 2008 año conmemorativo de Zbigniew Herbert. El 28 de julio de 1998 falleció en Varsovia el escritor. En una noticia de la época puede leerse además: El 30 de julio, el presidente polaco Aleksander Kwasniewski concedió al difunto poeta la Orden del Águila Blanca por su trabajo literario y sus servicios a la cultura polaca. La viuda de Herbert se negó a aceptar la condecoración, argumentando que el poeta nunca aceptó ninguna distinción.

Dos poemas de Zbigniew Herbert.

Tornada

Vé donde fueron aquellos hasta el linde oscuro
tras el vellocino de oro de la nada tu último premio

vé erguido entre los que están de rodillas
entre los que vuelven la espalda y los derribados en el polvo

te salvaste no para vivir
tienes poco tiempo has de dar testimonio
sé valiente cuando la razón flaquee sé valiente
en el cómputo final esto es lo único que cuenta

y que tu ira impotente sea como el mar
cada vez que escuches la voz de los humillados y golpeados

que no te abandone tu hermano el Desprecio
para los delatores verdugos cobardes -ellos vencerán
irán a tu entierro y con alivio arrojarán un terrón
y la carcoma escribirá tu biografía retocada

y no perdones en verdad no está en tu poder
perdonar en nombre de los traicionados al alba

guárdate sin embargo del orgullo innecesario

contempla en el espejo tu rostro de bufón
repite: fui reclutado -acaso no había mejores?

guárdate del corazón árido ama la fuente matinal
el ave de nombre desconocido el roble invernal
la luz en el muro el esplendor del cielo
ellos no precisan de tu cálido aliento
existen para decirte: nadie te consolará

vigila -cuando la luz en las montañas dé la señal-levántate y vé
mientras la sangre haga girar la estrella oscura en tu pecho

repite las viejas maldiciones de la humanidad los cuentos y leyendas
pues así conquistarás el bien que no conquistarás
repite las grandes palabras repítelas con terquedad
como quienes marcharon por el desierto y murieron en la arena

y por ello te premiarán con lo que tienen bajo el brazo
con un azote de sonrisas con un homicidio en el basurero

vé pues sólo así serás aceptado en el círculo de las frías calaveras
en el círculo de tus antecesores: de Gilgamés Héctor Roland
de los defensores del reino sin linde y la ciudad de las cenizas
Sé fiel Vé.

INFORME DESDE LA CIUDAD SITIADA

Demasiado viejo para llevar las armas y luchar como los otros-

fui designado como un favor para el mediocre papel de cronista

registro -sin saber para quién- los acontecimientos del asedio

debo ser exacto mas no sé cuándo comenzó la invasión

hace doscientos años en diciembre septiembre¹ quizá ayer al amanecer

todos padecen aquí del deterioro de la noción del tiempo

nos quedó sólo el lugar el apego al lugar

aún poseemos las ruinas de los templos los espectros de jardines y casas

si perdemos nuestras ruinas nada nos quedará

escribo tal como sé en el ritmo de semanas inconclusas

lunes: almacenes vacíos la rata ha devenido moneda corriente

martes: alcalde asesinado por agentes desconocidos

miércoles: conversaciones sobre el armisticio el enemigo confinó a los legados ignoramos dónde se encuentran esto es el lugar de su suplicio

jueves: tras una turbulenta asamblea se rechaza por mayoría de votos

la propuesta de los comerciantes de especias de rendición incondicional

viernes: comienza la peste sábado: se ha suicidado

un desconocido inflexible defensor domingo: no hay agua rechazamos

un ataque en la puerta este llamada Puerta de la Alianza

lo sé todo esto es monótono a nadie puede conmover

evito comentarios las emociones mantengo a raya escribo sobre hechos

aparentemente sólo ellos son valorados en los mercados foráneos

pero con cierto orgullo deseo informar al mundo

que gracias a la guerra hemos criado una nueva variedad de niños

a nuestros niños no les gustan los cuentos juegan a matar

despiertos y dormidos sueñan con la sopa el pan los huesos

exactamente como los perros y los gatos

al atardecer me gusta deambular por los confines de la Ciudad

a lo largo de las fronteras de nuestra libertad incierta

miro desde lo alto el hormigueo de los ejércitos sus luces

escucho el tronar de los tambores los alaridos bárbaros

en verdad es inconcebible que la Ciudad todavía se defienda

el asedio continúa los enemigos deben ser reemplazados

nada les une excepto el anhelo de nuestra destrucción

godos tártaros suecos huestes del César regimientos de la Transfiguración del Señor2

quién los enumerará

los colores de los estandartes cambian como el bosque en el horizonte

desde el delicado amarillo de aves en primavera a través del verde del rojo hasta el negro invernal

así al atardecer liberado de los hechos puedo pensar

en asuntos antiguos lejanos por ejemplo en nuestros

aliados de ultramar lo sé su compasión es sincera

envían harinas sacos de ánimo grasa y buenos consejos

ignoran incluso que nos traicionaron sus padres

nuestros ex-aliados desde los tiempos de la segunda Apocalipsis

sus hijos no tienen culpa merecen gratitud así que les estamos agradecidos

no sufrieron un asedio largo como una eternidad

a quienes alcanzó la desdicha están siempre solos

los defensores del Dalai-Lama kurdos montañeses afganos

ahora cuando escribo estas palabras los partidarios del pacto

conquistaron cierta ventaja sobre la fracción de los intransigentes

habituales las oscilaciones de ánimo los destinos aún se sopesan

los cementerios crecen disminuye el número de los defensores

pero la defensa perdura y perdurará hasta el final

y si cae la Ciudad y uno solo sobrevive

él portará consigo la Ciudad por los caminos del exilio

él será la Ciudad

miramos en el rostro del hambre el rostro del fuego el rostro de la muerte

y el peor de todos -el rostro de la traición

y sólo nuestro sueños no fueron humillados

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